La mirada de Calixto se pierde entre las montañas y viaja casi 1000 kms. En un instante, el clima cambia de templado a cálido y retrocede el tiempo. Es 14 de marzo del 2004 en el municipio de Zona Bananera, Magdalena. Mientras él y su esposa riegan los campos de su parcela, un grupo armado ingresa a la zona y les ordena a los campesinos que se vayan del lugar. José Concepción Kelsi, líder de la zona, se niega. Los ‘paras’ lo asesinan . Una vez más, el miedo y la violencia obligaron a los campesinos a abandonar sus tierras.
Calixto Miranda regresa al presente y continúa su relato. El clima vuelve a ser frío mientras observa las montañas de Cabrera, Cundinamarca. Este hombre de tez negra y arrugas marcadas vive en un corregimiento de Zona Bananera llamado Orihueca. Nació en el departamento de Atlántico pero por decisión de su padre viajó a Magdalena cuando tenía cinco años. En los 65 años que ha vivido en la Zona Bananera, Calixto ha sufrido tres desplazamientos forzados: en 1987, 2004 y 2005.
A pesar de ser víctima de despojo y desplazamiento, entre sus anécdotas se cuela la energía que alude al Caribe colombiano. Ríe entre frases. De su garganta salen palabras desde el coraje y el temple. Cree en el auxilio de Dios, en el trabajo y en la lucha por sus derechos y la vida. Por eso es representante legal de la Asociación de Campesinos de Las Franciscas I y II, una hacienda de 127 hectáreas dividida en dos (a eso su aclaración en el nombre). El territorio, poblado por unas 49 familias de campesinos, ha sido golpeado por el despojo, el desplazamiento y la violencia de actores armados y titiriteros comerciales.
Víctimas de la economía y el paramilitarismo
La disputa territorial en el municipio no es un cuento actual. “La Zona Bananera -comenta Calixto- siempre ha sido víctima del poder político y económico. Siempre han querido doblegar al trabajador, al campesino”. Detrás de las notas alegres que entonan los instrumentos de viento y percusión, en el lugar aún se escuchan los gritos de auxilio del siglo XX.
El municipio está ubicado en el territorio donde ocurrió la Masacre de las Bananeras. La sevicia de las Fuerzas Militares y la alarmante cantidad de asesinatos marcaron con letras indelebles la mente de los campesinos. Con tono seguro y fuerte, Calixto se refiere a las empresas norteamericanas como sujetos inseparables a la historia del conflicto regional y nacional. Asegura que siempre han estado involucradas y que “se han apoderado de ese territorio en complicidad con el Estado y los terratenientes capitalistas que gobiernan en ese lugar”.
Su voz es una de las tantas que susurran ese secreto que conoce toda la región. En el Magdalena operó un victimario no armado. Las empresas y las multinacionales cometieron ataques indiscriminados para desplazar a los colonos, explotar los cultivos y generar un proyecto productivo a su favor. Miranda vuelve a recordar un año en específico: 1987, cuando inició la lucha por las tierras y reaparecieron el despojo, los hechos delictivos y las incursiones armadas.
Ese año, el Instituto Colombiano de la Reforma Agraria, Incora, anunció que compraría y titularía los predios de la región. El anuncio provocó un éxodo masivo de familias campesinas que, organizadas en la Asociación Campesina de Usuarios de Iberia (Aucibe), esperaban asegurar un lugar de vivienda y trabajo. Sin embargo, la esperanza no duró ni siquiera un año.