(Tatiana Roa Avendaño es activista ambientalista, hace parte del equipo de Censat Agua Viva – Amigos de la Tierra Colombia. Es magister en Estudios Latinoamericanos de la UASB de Ecuador y candidata a doctora del Cedla de la Universidad de Amsterdam. Ha escrito numerosos artículos y libros sobre conflictos ambientales. Hace parte de la Alianza Colombia Libre de Fracking y Oilwatch.)
En diciembre pasado, en plenas épocas decembrinas, el gobierno anunció el borrador de decreto para reglamentar los proyectos piloto de investigación integral (PPII) de fracking. La ministra de Minas y Energía, María Fernanda Suárez, la élite política y los empresarios y gremios del gas lo avalaron arguyendo la urgencia de incorporar nuevas reservas para evitar la importación de este hidrocarburo. De otro modo, dentro de cuatro años, tendrían que incrementarse las tarifas del gas domiciliario. El otro argumento de quienes defienden el fracking es que el gas de yacimientos no convencionales es indispensable para la transición energética. Promueven la idea de que lo único que salvará al país de un “apocalíptico futuro” es la explotación del gas, sea en lutitas o en mantos de carbón. Parece una sin salida: condenados por seguir quemando fósiles y condenados si los dejamos de quemar.
Con respecto al primer argumento, la autosuficiencia energética fue un objetivo abandonado por los gobiernos desde principios de este siglo, y así sigue siendo. Se facilitó la inversión extranjera para ampliar la frontera extractiva en busca de nuevas reservas de gas y petróleo, sin mayor éxito, y se explotaron al máximo los viejos yacimientos de hidrocarburos hasta casi agotarlos. El propósito principal de la política pública de hidrocarburos ha sido incrementar al máximo su producción para aumentar así mismo sus exportaciones. De esa manera, se consolidó un modelo de desarrollo basado en el extractivismo, se agotaron las pocas reservas de hidrocarburos con que contaba el país y la economía se hizo dependiente de los ingresos de las exportaciones de hidrocarburos y carbón.
Y como no es posible extracción sin consumo energético, en la actualidad la mayor parte del consumo nacional del gas natural lo hace el propio sector extractivo, que hoy requiere más energía y obtiene una menor tasa de retorno energético. En el Cesar, el gas metano que extrae la empresa Drummond se usa en sus operaciones mineras, como lo confirma la Unidad de Planeación Minero-Energética, UPME: el consumo residencial solo representa el 18 %, y los vehículos de transporte utilizan el 4 %. El resto, lo consumen la industria (incluido el sector extractivo), el sector petrolero y las termoeléctricas.