Yovany Quevedo y Luz Neira Achagua desaparecieron el 25 de noviembre de 1999, en Aguazul (Casanare). A Yovany lo acusaron de ser guerrillero y a Luz ni siquiera le dieron explicaciones. Las Autodefensas Campesinas de Casanare (ACC) irrumpieron en sus casas el mismo día y se los llevaron. Con ellos, otras 278 personas desaparecieron ese año en el departamento.
Ese día, Luz Quevedo, hermana de Yovany, quiso salir a buscarlo pero el miedo no la dejó. Temía no encontrarlo y correr con su misma suerte. Mientras tanto, Jeini Jarro, hija de Luz, estaba en compañía de tres de sus hermanas. Tenía ocho años y ya había perdido a su papá. Cuando los hombres armados de las ACC arrastraron a su mamá hacia la calle, Jeini se aferró a una de sus piernas pero un ‘para’ la agarró y la apartó. No pudo hacer más por su mamá. A pesar de los gritos y de que la estación de Policía quedaba a dos cuadras de la casa, los agentes solo llegaron cinco horas después.
El bloque paramilitar de las ACC fue fundado por Héctor José Buitrago, alias ‘Tripas’, con el apoyo de la familia Feliciano. Con la captura de Buitrago en 1997 su hijo Héctor Germán, alias ‘Martín Llanos’ tomó el mando del grupo. Estuvo acompañado de Nelson Buitrago, alias ‘Caballo’, y el grupo fue reconocido como ‘Los Butragueños’. Consolidaron su poder a punta de intimidación, asesinatos y desapariciones. Además, se enfrentaron al Bloque Centauros, también paramilitar, por el dominio del departamento.
En el 2005, ‘Centauros’ se desmovilizó. Ese mismo año, Lyda creó la Fundación Yovany Quevedo Lazos de Vida. Desde el nombre, escrito en letras mayúsculas de color negro, honra a su hermano para que nadie lo olvide. Después de perder a Yovany, Lyda empezó a hablar con valentía. Fue algo paulatino. Contó una y otra vez su historia y creó esta organización defensora de los derechos humanos. Esta ONG trabaja para visibilizar a la población víctima de la desaparición forzada y exigir la responsabilidad del Estado y las instituciones para la verdad y la no repetición.
Su búsqueda impulsó la participación de otras mujeres. Lyda inició su búsqueda junto a diez mamás. Conoció las labores de la exhumación y portaba dos pares de zapatos: los de las víctimas y los de la representante legal de la Fundación. Su labor inspiró a Jeini, quien se unió cuando tenía 17 años. Hoy es coordinadora de la Fundación.
El trabajo de Lyda, Jeini y otros miembros ya cuenta 15 años de labores, búsquedas y persistencia para ayudar a tantas familias que aún buscan a sus desaparecidos. Si bien sus esfuerzos no tienen límites ni fechas en el calendario, conmemoran con más intensidad la última semana de mayo, la Semana Internacional de los Detenidos Desaparecidos.